Saturday, March 29, 2008

UN HÉROE DE MADRID: ELOY GONZALO

Eloy Gonzalo fue un niño al que abandonaron en la puerta de una inclusa que se encontraba, a mediados del siglo XIX, en la madrileña calle de Mesón de Paredes, y que entre su ropita apareció una nota, en la que se leía el día que había nacido, el primero de diciembre de 1868, y que no había recibido el bautismo. También en ella aparecía el nombre de su madre, natural de Peñafiel y que era soltera. Rogaba así mismo, que cuando se le bautizara le pusieran el nombre de Eloy, por ser el día del santo en que nació, junto a sus dos apellidos: Gonzalo García.
Pasados nueve días, fue adoptado por Francisco Reyes, Guardia Civil, y su esposa Braulia Miguel, a la sazón destinado en la provincia de Ávila, en el puesto de San Bartolomé de Pinares, y posteriormente en Chavela y en Chapinerías, donde pasó Eloy su niñez y adolescencia. Llamado a filas, a los 21 años se encontraba realizando el servicio militar en el Regimiento de Dragones de Lusitania número 12. Ascendiendo a cabo, pasó a ser destinado al Cuerpo de Carabineros del Reino.
Eloy estaba en trance de contraer matrimonio, y había solicitado el permiso correspondiente, pero enterado de que su novia entablaba relaciones amorosas con el teniente de su Compañía, llevado por los celos y heridos sus sentimientos, parece que embriagado, desobedeció las ordenes de su superior y más aún le amenazó arma en mano, por lo que fue sometido a un Consejo de Guerra, iniciándose el mismo, el 19 de febrero de 1894; se le condenó el 25 de abril de 1894, a doce años de prisión militar mayor y accesorias de terminar el resto de su periodo militar en el Cuerpo Disciplinario, ingresando en el Presidio Militar de Valladolid.
Pena que no llegaría a cumplir, pues al poco, aparecería un Decreto Real de fecha 25 de agosto de 1895, publicado en la Gaceta nº 239, en el que se disponía que todos aquellos condenados por Tribunales Militares se les pondría en libertad, siempre y cuando se alistaran en los cuerpos expedicionarios de Ultramar para defender nuestras colonias. Eloy se acogió al mismo y el 25 de noviembre de 1895 embarca en La Coruña con destino a Cuba, siendo encuadrado en la primera Compañía del primer Batallón del Regimiento de Infantería María Cristina número 63, pasando a cumplir el servicio a la plaza de Puerto Rico.
Fue en esta situación, ya habiendo protagonizada alguna acción audaz contra los insurrectos, cuando realizó la acción heroica que le catapultaría a la fama. Su coraje le comprometían a realizar aquellas acciones audaces y valientes. Así se comportaba uno de los más queridos héroes del pueblo de Madrid, que venera su recuerdo cuando posan su vista en la escultura del gallardo soldado.
El 26 de septiembre de 1896, más de cinco mil infantes según unos autores, más de tres dicen otros, apoyados por caballería, al mando de los jefes cubanos, Máximo Gómez y Calixto García atacaban y asediaban hasta cercarla una pequeña población del departamento de Camagüey, no lejos de Puerto Rico, y de nombre Cascorro.
Ese día, la situación se hacía insostenible para aquel puñado de españoles que la defendían, ciento setenta, al mando del capitán Francisco Neila. Como única alternativa, para romper el asedio, estaba el volar una casa, desde la que el enemigo hostigaba con sus fuegos el principal frente de los españoles.
Para ello se presentaron varios voluntarios, sin embargo tenía que ser el arrojo de Eloy Gonzalo, que alegando ser huérfano y no tener ningún compromiso familiar, el que fuese elegido para llevar a cabo la arriesgada misión.
Unicamente pidió que le ataran una cuerda a la cintura, en la seguridad que aquello le costaría la vida y no quería por ningún motivo que su cuerpo quedara en manos de los mambises .
“la espera fue corta. Dando un pequeño rodeo, agazapado entre las matas como reptil, aprovechando las desigualdades del terreno logró burlar la vigilancia de los centinelas enemigos. No había transcurrido media hora, cuando una formidable explosión anunciaba que el propósito había sido cumplido. Efectivamente, el baluarte enemigo había sido volado; al mismo tiempo, fueron incendiadas las casa inmediatas en las que se había parapetado los enemigos y sus ocupantes tuvieron que huir, dejando de hostigar a nuestros soldados”
Finalmente, a los pocos días, aquel puñado de hombres que defendían la posición de Cascorro, fue liberado por una columna española, al mando del general Adolfo Jiménez Castellanos.
A Eloy Gonzalo, le fue concedida por tal acción heroica la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo, con una pensión de 7.% pesetas con carácter vitalicio. Sin embargo no pudo el héroe de Madrid gozar mucho tiempo de su suerte, ya que como muchos de sus compañeros, sucumbiría a consecuencia de las enfermedades tropicales, muriendo de “heneterecolitis ulcerosa” en el Hospital Militar de Matanzas.
Hoy sus reposan en un mausoleo situado en el cementerio de la Almudena de Madrid, junto a los de otros compañeros que murieron en Cuba y Filipinas.
En su honor se levantó una estatua en Madird, en la plaza que estaba dedicada a Nicolás Salmerón, pero por ser tan popular, los madrileños, pasaron a denominarla plaza de Cascorro, en la cabecera de El Rastro, viéndose obligado el Ayuntamiento. en 1913, a cambiarla de nombre con el que se la conoce hasta la fecha. La escultura en bronce, del soldado en actitud aguerrida, es obra de Aniceto Marinas. Su altura de 2.30 metros, fue donada la pueblo de Madrid por el Ministerio de Guerra. Se presenta uniformado con el traje de rayadillo, sobre el hombro derecho cuelga el fusil Mauser con bayoneta calada, portando en la mano diestra una tea con la que incendió la casa y bajo el brazo izquierdo una lata de petróleo, y que sujeta con la mano, se puede apreciar la cuerda que continúa abrazada a su cuerpo.
El pedestal, obra de José López Sallaberry, lo forman tres escaños de granito, sobre ellos va un cuadro de mármol anaranjado y un rectángulo de piedra blanca labrada con recuadros de mármol gris, en su frente se lee: “El Ayuntamiento de Madrid a Eloy Gonzalo, 1901″; en el dorso: “ Cascorro 1897″; en los laterales se ve el Escudo de Madrid con adornos de bronce. Rodeando el conjunto una verja de hierro forjado.
Fue inaugurada por Alfonso XIII el día 5 de mayo de 1902, a las cinco de la tarde, dando guardia de honor al monumento una compañía de Alabarderos y otra de Cazadores, también formaron un grupo de milicianos veteranos y un grupo de bomberos. D. Alberto Aguilera, a la sazón, estaba al frente del Ayuntamiento de la capital de España. También con una calle, la de Eloy Gonzalo, Madrid le rinde homenaje.
FIN.

Bibliografía:

OTERINO CERVELLO, Armando: El héroe de Cascorro. Revista estudios Históricos de la Guardia Civil.
MARRRERO. Juan Antonio: Momentos clave de la Historia de España en el Museo del Ejército.
DE LA SEN, Gonzalo: Eloy Gonzalo “Cascorro”. Amigos del Foro Cultural de Madrid.

fotos: (1ª) Monumento en la plaza de Cascorro.
(2ª) Busto de Eloy Gonzalo, en bronce. Museo del Ejército.
(3ª) Foto de Eloy Gonzalo. Enciclopedia Espasa Calpe.

Thursday, March 20, 2008

LA VIDA DEL DUQUE DE RIÁNSARES


La expedición al Ecuador del General Flores



Asturquin.


Esta rocambolesca historia esta íntimamente unida a una etapa de la vida del Duque de Riánsares y la relación que tuvo con el general D. Juan José Flores, primer presidente que fue de la República del Ecuador.
Nació el Duque en Tarancón, España, en mayo de 1.808 y fue bautizado con los nombres de Agustín Fernando. Ingresó en la Guardia de Corps formando parte de la escolta asignada a la Reina María Cristina de Borbón, con la que contrajo matrimonio y con la que tuvo ocho hijos, constituyente el rey consorte.
D. Juan José Flores, nació en Puerto Cabello, Venezuela, el 19 de julio de 1800, murió frente a Puná a los 63 años el 1 de octubre de 1864, su infancia fue pobre y desvalida; era hijo de un comerciante vizcaíno D. Juan José Aramburu y una criolla venezolana llamada Rita Flores de la que tomó su apellido al nacer. Llegó en su carrera militar al generalato en 1826, siendo de la mayor confianza de Simón Bolivar, llegando a ser Gobernador de la Provincia de Pasto y Comandante general del departamento del Sur, nombre que se dio al Ecuador dentro de la Gran Colombia. Casó en Ecuador en 1824, con una joven mujer aristocrática, apenas tenía trece años, natural de Quito. Mercedes Jijón y Vivanco, convirtiéndose en un acaudalado terrateniente. Cuando Ecuador obtuvo la independencia fue nombrado el 14 de agosto de 1830, Presidente, primero de la recién creada república, siendo sustituido por Vicente Rocafuerte, volviendo a la presidencia después de cuatro años pero tuvo que afrontar una revolución nacional que estalló en Guayaquíl, en marzo de 1845..
No pudiendo hacerse cargo de la situación tuvo que marchar al exilio, trasladándose a Europa, visitando Gran Bretaña y Francia, con el objeto de regresar al Ecuador y recuperar el poder que había perdido, proponiendo una expedición e implantar una monarquía, ofreciendo la Corona a un príncipe. Ni una ni otra nación, a pesar de los honores que le dispensaron, le dieron crédito para la realización de tales ideas.
En París donde le recibió en Audiencia Especial el Rey Luis Felipe de Orleans, le aconsejó que partiera a la corte de Nápoles, donde gobernaban los Reyes Francisco I y María Isabel de España, hermana de María Cristina. En esta ciudad italiana conoció al embajador español, Angel de Saavedra, Duque de Rivas, quien le dio varias Cartas de presentación para la Corte de Madrid y después de ser recibido en Roma por el Papa Gregorio XVI, en Audiencia Especial, tomó el camino de Génova y Barcelona, pasando a Madrid a principios de 1.846, logrando que el diplomático Luis de Potestad gestionara ante el General Ramón Narváez la posibilidad de llevar a cabo una expedición armada al Ecuador, y ofrecer la corona de Ecuador a un hijo de la Reina Regente o bien del Infante Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente incómodo a la de España. Sin embargo no tuvo éxito con Narváez.
Sucedió lo mismo en la entrevista que sostuvo con el general Saenz, a quien Isturiz había nombrado para la Secretaría de Guerra, en el momento de acceder a la Presidencia del Consejo de Ministros. En la entrevista posterior con el propio Istúriz, al ver Pedro Egaña que el Gobierno no demostraba interés alguno en el fantástico proyecto de invasión, intuyó que había de informar sobre el asunto a su amigo al Duque de Riánsares.
Le expuso la empresa que se disponía a iniciar, ante la posibilidad de recobrar el Imperio del Perú, ofreciendo al Duque la corona para su hijo mayor Juan Muñoz de Borbón y gobernara estos territorios con el nombre de Juan I, bajo la regencia de Flores hasta que cumpliera la mayoría de edad. Parecía que todo era sencillo, tal como se le explicaba contaba con el beneplácito de los ecuatorianos que deseaban su vuelta. Necesitaba para correr con los gastos de la expedición un préstamo de un millón y medio de duros que fueron facilitados por los amigos de Fernando Muñoz, los banqueros José de Salamanca, José Buchental, Jaime Ceriola y Nazario Carriquirí. En Septiembre, firmaban el préstamo Buchental y Salamanca de una parte y Flores de la otra, firmando como Presidente de la República del Ecuador. En aval del mismo se constituía el Duque.
Las cláusulas del contrato establecía que: el capital sería de un millón y medio de pesos fuertes y duros, los intereses el 25 % pagaderos de la siguiente forma: el 10 % en el momento de la formalización del contrato; el 5 % cuando se verificarse el embarque; 5 % a los cuatro meses de llegar al Ecuador y el otro 5 % dos años después. A esto había que añadir un 6 % de interés anual y un 1 % de comisión por semestre. Flores entregaba como garantía "la hipoteca de todas las rentas del Ecuador al seguro de otros intereses y del capital indicado "
A todo este asunto el Gobierno miraba hacia otro lado. Era un asunto delicado que podría generar reclamaciones internacionales, como efectivamente sucedió, con naciones que España consideraba desde hacía poco nuevamente sus amigas. La Reina Regente, llegó a conceder a Flores el Gran Collar de la Orden de Caballeros de Carlos III, que éste comenzó a lucir en su pecho como hombre de importancia que era.
A fines del 1846 el Coronel Señen de Buenaga comenzó a reclutar voluntarios haciéndoles firmar contratos donde constaban con la calidad de expedicionarios colonizadores, mientras Flores licitaba otros enganches a través de José Murcia y Martí y cuando todo parecía ir bien y el Coronel Ricardo Wright Montgomery había conseguido los buques El Monarca y El Neptuno de seiscientas toneladas cada uno y el transporte Glenelg a la empresa Baring Hnos., de Londres, que los puso bajo las órdenes del Capitán John Charretie, de la Compañía de las Indias Orientales, sonó el escándalo.
Cuando la prensa inglesa empezó a dar noticias de la expedición, muchos representantes latinoamericanos, se alarmaron ante los preparativos de guerra dirigidos por Flores, protestando ante la Cancillería británica, para pedir que se impidiera la salida de la expedición. Estas gestiones, que se llevaban en el más absoluto secreto, fueron descubiertas en agosto de 1846 por un diario madrileño, el Clamor Público, organizándose una sonada polémica a nivel internacional. Plenipotenciarios de Bolivia, Chile, El Ecuador, Nueva Granada y el Perú se reunieron para condenar la iniciativa, mientras se fortificaban las costas y se movilizaban los ejércitos.
En el Times, de la capital inglesa, se dijo que Wright había iniciado la recluta de 500 irlandeses y que los restantes 1.500 saldrían directamente de España. A más de ello, sonó por esos días otro escándalo relacionado con España, se trataba de la expedición armada del Conde de Montemolín, hijo del Infante Carlos María Isidro de Borbón, para iniciar la segunda Guerra Carlista con la ayuda económica de varios banqueros ingleses y la militar de sus fieles lugartenientes los Generales Cabrera y Zumalacárregui. Todo ello sirvió para mantener por algunas semanas el ambiente en zozobra y los ecos de tales escándalos llegaron al gobierno español que se asustó sobremanera; sin embargo de lo cual, la expedición siguió adelante merced al tesón de Flores con nuevos reclutamientos en los países vascos, Francia, Portugal y la preparación de los voluntarios para que se acostumbraran a las prácticas militares.
“En eso advino, - dice el historiador ecuatoriano Rodolfo Pérez Pimentel-, la protesta formal de los comerciantes ingleses del Comité de la Asociación Sudamericana y Mexicana presidido por J. D. Powles, quien se dirigió a Lord Palmerston indicándole que la recluta bajo el pretexto de inmigración así como la compra de equipo militar y embarque, encubría una intervención directa de la política inglesa con los países sudamericanos”. Ante lo cual Palmerston informó a la Cámara de los Lores del Tesoro, dictaminando el 19 de Noviembre que se pusiera final al reclutamiento de hombres en Irlanda y decretando el secuestro de los dos buques principales de la expedición, dándose por finalizado asunto.
El Gobierno español, tuvo que hacer un desmentido, aduciendo que no tenía ni arte ni parte en los planes del general, aunque Gran Bretaña se valió de la situación creada. Unos buques que se encontraban en el estuario del Támesis, en el que se tenía previsto embarcar los soldados de Flores con destino al Ecuador, fueron embargados por las autoridades británicas, abriendo proceso al mismo tiempo contra el Capitán Richard Wright, comisionado para organizar la escuadra.
Flores que tenía ya pocas posibilidades de realizar su empresa, viajó en Enero de 1.847 a Inglaterra siendo recibido por Lord Palmerston, consiguiendo una orden de devolución y que se dejara sin efecto el juicio militar –Corte Marcial- iniciado contra Wright y su Ayudante el Capitán Sleigh.
De regreso a España pidió en Bayona su pasaporte para ingresar por la frontera, pero el cónsul se lo negó cortésmente y tuvo que instalarse en Burdeos y luego en París, decepcionado por la pérdida de poder político en la Corte. A fines de año salió por Bruselas y el Havre a NewYork con Wright y un sirviente. En Washington quiso ser recibido por el Presidente James Knowk Polk pero éste ni siquiera le contestó su nota. Entonces partió a Caracas dando por terminados sus planes, que habían escandalizado a la América Hispana más de un año.
Los datos que se recogen en el dictamen de 1857, sobre la Comisión de las Cortes Constituyentes de 1854, son reveladores al respecto. Efectivamente existieron inteligencias entre el Excmo. Sr. Duque de Riánsares y el general Flores, relativas a esta expedición; en estas gestiones estaba auxiliado por el Sr. José Antonio Muñoz, hermano de Fernando que suministraba los fondos al efecto.
Si embargo es menester mencionar lo dicho públicamente, a través de los periódicos por D. José Agustín Argüelles, único y legítimo representante del general Flores, en virtud que éste le otorgó en Bayona el 9 de marzo de 1847, y con relación a la supuesta participación en estos sucesos de María Cristina, que dice: es uno de los cargos que se hacen a la Augusta Señora Doña María Cristina de Borbón, el de la supuesta participación en la expedición al Ecuador. Esto, al par que contra la Madre de nuestra reina, envuelve un ataque aún más fuerte contra el desgraciado Flores; y yo no debo callar ante acusaciones tan inmerecidas, máxime cuando a mi calidad de apoderado, reúno la de haber sido la persona que intervino a la par de Flores, en aquella mala dada expedición. Cumple, pues, a mi deber declarar, que ni aquel buscó a la reina Madre, ni menos esta señora le prestó apoyo de ningún género, y aún puedo asegurar que ni de tal asunto le habló jamás; patentizada esta verdad es lo que obligó a Lord Parlmerston a consentir en la devolución de los buques, (el Menorca y el Neptuno), embargados a la sazón en Londres, como resultado de las calumnias que los enemigos de aquel habían propalado.
El general Flores abandonó Europa, salió de París el 30 de Julio 1847, con destino al continente sudamericano.
María Cristina, de nuevo fue la más perjudicada. Es significativo el hecho de que el general Santa Cruz al defenderse, mediante su apoderado, el Dr. José María Fernández de la Hoz, con fecha de 17 de septiembre de 1846, demandando al editor de El Clamor Público, por haberle involucrado en la expedición para invadir Perú, el editor se retractase por no tener pruebas precisas, aceptándose las excusas.
El Duque de Riánsares, en cambio, tuvo que rescatar los buques a través del Embajador español Istúriz, quien logró tomarlos y venderlos a buen precio, recobrando en algo los valores invertidos. Después se entendería personalmente con Buchental y Salamanca, sus banqueros acreedores, a quienes tuvo que pagar una fuerte cantidad tomándola del capital de su Real consorte, que sufrió una fuerte menoscabo.



BIBLIOGRAFÍA

ESPASA CALPE.: Historia de Ecuador.
PÉREZ PIMENTEL, RODOLFO.: Diccionario biográfico de Ecuador.




RUINAS DE UNA ERMITA
en el Municipio de Tres Cantos

Asturquin

En las márgenes del arroyo del Bodonal, en la primera mitad del siglo XX, se levantó adosada a las casas de la Vega del Registrador, una ermita. Como consecuencia del abandono de esta finca en el último tercio del mismo, se inició su deterioro junto a las grandes bodegas de donde se extraía uno de los mejores vinos que se producían en Madrid, y cuyas tinajas aún llegué a ver levantadas.
Llama la atención sus ruinas, y sobre todo, las de su frontispicio hoy caídos sus bloques de granito, diseminados sobre el terreno.
Los canteros de Colmenar que llevaron a cabo el trabajo de sillería, lo hicieron con sumo cuidado y a buen seguro que la fachada de esta ermita poseía una atracción especial en el entorno, donde el ladrillo visto y la piedra conjugaban el conjunto.
Se trataba de una pequeña nave de planta rectangular, de seis metros de ancho por once de largo y una altura de cinco metros en sus muros laterales, sin ninguna ventana al exterior, salvo la que formaba parte de la fachada. Hoy podemos ver aún levantada, una de las esquinas formada por perfectos sillares de iguales dimensiones, perfectamente encastrados, la del lado opuesto cayeron hacia delante, donde permanecen.
En estas dos esquinas, en mampostería de primera, que conformaban los extremos del frontispicio, se aprecian ocho sillares, montados a soga y a tizón diatónico, observándose un ajuste perfecto de unos y otros, y que labrados por las seis caras, logran que se asienten a hueso todos ellos. De ahí que no estén engarzadas con ninguna clase de mortero, asentándose por si solas, aunque si lo hicieran para unirlas a los muros anexos.
El sillar inferior, que soporta toda la carga, hace las funciones de zócalo, mientras el sillar que las corona, se presenta moldeado en su parte externa, formando una cornisa volada sobre la fachada.
Una fachada que presentaba dos huecos. El de la puerta de acceso y el de la ventana lateral, con recercados en piedra tanto del dintel como de las jambas; en los de la ventana, se aprecian las hendiduras donde iban encastrados los marcos de las ventanas, que a su vez albergaban los marcos que sujetaban el cristal.
Por encima del dintel de la puerta, se apoyaba los sillares moldeados y volados que daban continuidad a los que coronaban las esquinas. La nave se cerraba con un entablamento de madera y cubierta de tejas, a dos aguas.
Su estilo no se sujeta a ningún orden arquitectónico clásico, pero es evidente la importancia de su fachada. El mérito corresponde a los canteros de Colmenar que lograron unas piezas dignas de permanecer. No permitir que terminen expoliadas por separado, en manos de quien no tenga la sensibilidad de apreciar la calidad de la obra bien realizada, es uno de los motivos de este trabajo.
Su frontispicio, debía de figurar en el patrimonio artístico y arquitectónico del Municipio de Tres Cantos, como testimonio y homenaje a los canteros colmenareños.
En este estado estaban los restos de la ermita ya en 1997, cuando escribí un artículo en la revista de información local DELTA, enviado a su redacción alertando sobre el peligro que entrañaba su desaparición total a manos del expolio y que consiguió que el director del Grupo literario ENCUENTROS, Don Bartolomé Pinar, se interesara y que sembrara la inquietud entre algunos vecinos, como es el caso del el Sr. Manolo Suarez que publicó una poesia acerca de "si es posible, conveniente o necesario que en Tres Cantos haya ermita y campanario" al cual desde aquí expreso mi agrdecimiento al publicar una nota al pie en la que decía:" Expreso mi reconocimiento a M. Mayorga Noval que en la Revista DELTA, nos invitó a poner la atención en la necesidad de recuperar los escasos restos históricos de Tres Cantos, muy especialmente, "los de la única ermita que existió en este Municipio, de principios de siglo, en lo que se llama La Vega del Registrador, muy cerca de Soto de Viñuelas."
Quizás otro capítulo corresponda a la investigación de su pasado histórico, momentos en que sirviendo de lugar de encuentro de lugareños, acudían a celebrar la misa, y rezar sus oraciones, así como el nombre con la que se conocía. FIN